Besos peligrosos

¡Besos peligrosos!

Me quedé pensando en lo que te escribí de ese beso…
Y es verdad, no todos los besos son iguales.

Hay besos en donde se escapa el alma entre los labios y el aliento se convierte en vacío esperando el otro aliento.

Esos besos no son simples besos, son murmullos.

Son dictámenes que, contra todo pronóstico, rompen las reglas y nos despojan de la supuesta cordura.

Son besos que nos empujan a laberintos de locura, de extravío y de encuentro, de frio, de escalofrío, de calor.

Besos que nos hacen correr por nuestros propios escondites, levantar las cosas, mirar debajo, a ver si en algún lado se dejó de buscar algo que no se sabe, pero que está allí.

Esos son los besos que dan miedo, porque con ellos se levantará cada cojín, cada alfombra, cada caja y se busca, hasta que la casa se revuelva. Y todo patas arriba, y todo patas abajo, y así danzamos. Y nos convertimos en bailarines de un beso que nos hace movernos, que nos aleja de lo fatuo, de lo absurdo, que nos hacen bailar.

¡Son besos peligrosos!

Besos que entrañan en su humedad, destrucción y renacimiento; besos en donde se disuelve la piel y se convierte en saliva, y se rehace en otra piel.

Besos que nos despojan, como un canto de santería, de nuestros propios conceptos, de nuestros elementos, de cada gota de vida que se escapa entre los dientes.

!Son besos peligrosos, sin duda alguna!

Tan peligrosos como el vuelo de un cóndor sobre los riscos escarpados de las montañas más altas.

Tan peligrosos como los amaneceres frente al mar, en donde otro murmullo quisiera hacernos uno con el agua y con las olas.

Pero acaso… ¿no es ese beso peligroso, un instante donde nos ponemos de rodillas, ante la no explicación, ante la ignorancia desnuda que se hace patente frente a nosotros?

Es ese beso peligroso un destello.

Un rocío…

Un encuentro con nuestro propio beso.

GLMV / Junio 2008

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